Por Alejandro Chitrángulo
Una de
las características más importantes de las ciudades actuales es
la cantidad de basura que generan. A diferencia del
equilibrio que se ve en la
naturaleza, donde los desechos producidos por unos seres vivos
sirven como nutrientes a otros, las actividades humanas generan una cantidad de residuos que excede la capacidad de absorción y de degradación del medio natural y,
por lo tanto, se acumulan.
Todos los sectores de la
actividad humana, producen desechos. Sin embargo, los
que se originan en las ciudades (residuos urbanos),
representan un serio inconveniente. Uno de los motivos es su cantidad
y eso que sólo constituyen el 6% de la basura total generada. El volumen de
los residuos sólidos urbanos aumenta año tras año, según datos
de Coordinación Ecológica Área Metropolitana
Sociedad del Estado (CEAMSE) la producción de basura se incrementó
notablemente en los últimos diez años: la ciudad de Bs. As
y los trece municipios del conurbano generan, en conjunto, 6
millones de toneladas de basura por año, contra 2,5 millones
que se generaban en 1990.
El motivo de este aumento se
atribuye al crecimiento demográfico, la mayor utilización de bienes de
rápida caducidad y el uso más generalizado de
envases descartables fabricados con
materiales no biodegradables.
Sin embargo, el problema
no es sólo la cantidad de residuos, también lo es la calidad. A
partir de la era industrial, el hombre produce y utiliza muchos materiales
que no existen como tales en la naturaleza, que
luego de ser descartados se convierten en contaminantes.
La basurología es una ciencia
La basura
es un reflejo de la sociedad. Y, así como los tiempos y los
hábitos cambian, también la basura se fue modificando con
el correr de la historia.
La cantidad y la
calidad de la basura aportan datos significativos respecto de la
historia del hombre, de sus conductas sociales y pautas de
consumo. Hasta tal punto que en 1975 se creó una
disciplina especial para analizarla “la basurología”, que no es más ni menos, que una categoría
específica de una categoría más amplia “la arqueología”, una ciencia que en
definitiva siempre afirmó sus investigaciones sobre los restos que el hombre
deja a su paso. La novedad, entonces, no es la basura en sí, sino lo que el
estudio de ella permite: el análisis en simultáneo del comportamiento del
hombre al momento de consumir y desechar, y, en consecuencia, la posibilidad de
distinguir lo que los sujetos hacen de lo que dicen que hacen. William Rathje,
Profesor de la Universidad de Arizona en su libro “Usar menos cosas: soluciones
ambientales para quienes somos en verdad”, advierte que los estadounidenses
consumen entre un 40 y un 60 por ciento más del alcohol que lo que dicen
consumir, y un 200 por ciento menos de espárragos, emblema de la dieta “sana”.
En la Argentina, los inicios de
la disciplina se remontan a 1992, cuando la Fundación Senda comenzó a pulular
en la basura porteña para identificar qué marca de gaseosa, qué diario matutino
o qué compañía de televisión por cable prefería cada barrio.
Según datos del CEAMSE,
hace veinte años cada habitante de la Ciudad de Bs. As.
generaba, en promedio, 860 gr. De basura x
día, mientras que actualmente cada porteño desecha más de
un kilogramo de basura diaria. Sin embargo, cuando se toman
en cuenta los datos específicos de los diferentes barrios, la
basura permite descifrar las distintas caras de la
realidad social. Estudiosos de la basurología demostraron que cada
habitante de un barrio de clase alta genera por día de entre 1,4 y
1,6 kg. de basura mientras que uno de clase media produce 1.2 kg
x día y uno de clase baja apenas 840 gramos. Por esta necesidad de discriminar
“nichos” se fomenta el desarrollo de métodos en sintonía con las últimas
tendencias del marketing, al punto de “contratar” familias para que conserven
lo que han decidido desechar, que luego será analizado, y vendidos los resultados
de la investigación a marcas líderes de mercado, que buscan medir el impacto de
una nueva línea de productos.
El estudio de la basura también
permite determinar la composición acorde con diversos factores, como las
características de la población: según sea urbana o rural, o de que
la ciudad tenga áreas residenciales, turísticas o industriales.
También influyen en la
producción y composición de los residuos, el clima y
las estaciones.
El cambio en la composición
de la basura está dado fundamentalmente por el aumento en la
proporción de materiales inorgánicos, plásticos y metales. Esto
se atribuye a un cambio de hábitos que llevo al aumento
en el consumo de comidas pre - elaboradas y productos
envasados. En este aspecto también se pone de manifiesto en
diferentes zonas la desigualdad socioeconómica. En los barrios de
clase alta aumenta el volumen de residuos al tiempo que se
incrementa lo inorgánico y disminuyen los restos de
comida, que son residuos orgánicos. Sin embargo,
en las zonas más pobres no sólo disminuye la cantidad de
residuos que se desechan, debido al menor consumo, sino que
se mantiene el nivel de residuos orgánicos. De todas
formas, la cantidad de residuos orgánicos que se elimina en estas zonas
es menor que en niveles más altos donde se desecha más
comida.
Otro dato que marca de
manera clara el cambio de hábitos en la sociedad
es el aumento en la proporción de pañales descartables que
hoy en día constituyen el 3% de la basura,
mientras que hace veinte años sólo se encontraban en forma
aislada.
También se nota
un aumento en la cantidad de electrodomésticos
que se desechan, como lavarropas, heladeras, equipos de
música y otros objetos voluminosos, debido al menor costo y
rápida caducidad que los convierte en bienes que se
reemplazan más fácilmente.
La basurología tiene dos grandes
líneas de análisis: El de los objetos en relación al comportamiento humano,
vinculado a las ciencias sociales. Y por otra parte, la investigación
científica para un manejo racional de los desechos. En esa línea investiga La
ONG Gestión verde de Lanús trabaja desde hace ya 2 años con la finalidad de
generar programas de recolección y disposición final más adecuados para nuestra
ciudad.
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