
Lanusverde
Por el Prof. Alejandro Chitrángulo
EL CLIMA SOCIAL
Todos los 7de abril, la Organización Mundial de la Salud (OMS) celebra el Día Mundial de la Salud. En 2008 el lema fue la necesidad de proteger la salud de la población frente a los efectos negativos del cambio climático. Al seleccionar este tema, la OMS reconoce que el cambio climático supone una amenaza creciente para la seguridad sanitaria mundial.
Según la OMS el cambio climático afecta la salud de todos, la afirmación es clara y entendible, pero hay otro tipo de clima que también esta cambiando, se trata del “clima social”. Es un tipo de cambio que no se percibe racionalmente, no afecta la salud fisiológica, pero perjudica la salud psíquica.
¿Pero que es el clima social? Podemos definir el clima social como un conjunto de características objetivas y relativamente permanentes de la organización, percibidas por los individuos que pertenecen a ella, que sirven para darle una cierta personalidad y que influyen en el comportamiento y en las actitudes de sus miembros.
Mientras que un "buen clima" se orienta hacia los objetivos generales y el bienestar común, un "mal clima" destruye el ambiente ocasionando situaciones de conflicto y bajo rendimiento.
Una especialista la psiquiatra y psicoanalista, Dra. Lía Ricón, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y profesora de la UBA. advierte sobre los daños que provoca el clima social en el que se vive actualmente y que envuelve a la sociedad en la cotidianidad. La experta asegura que el imaginario social banaliza situaciones que deberían tenerse por dañinas o riesgosas y se las acepta como normal, transformándose en leyes no escritas que hay que seguir.
Como ejemplo cita la corrupción, que forma parte de ese clima social dañino y está inserta hasta en los aspectos más sutiles de nuestras vidas, pasando casi imperceptible. “Todos lo hacen, así que uno pasa por inadaptado o tonto sino cumple esas reglas de convivencia”.
Así las cosas, “los jueces utilizan autos incautados, porque ‘todos los hacen’; o un automovilista paga una coima al cruzar en rojo porque ‘es normal’; si hay un subsidio o un asenso disponible en mi trabajo, en vez de darle al que trabaja mejor, se lo doy a mis amigos. Y así, cada persona ya está acostumbrada y sabe sacar provecho (ilegal) de la posición que tiene”. Según la especialista, esos estímulos que forman a cada uno, ese clima que rodea a la sociedad, es tan riesgoso como el cambio climático en sí mismo. En estos tiempos hay casi una epidemia de problemas psíquicos, incentivados por los males de ese clima cotidiano.
“La gente tiene sentimientos depresivos, no se siente protegida, hay mucho resentimiento. Muchas veces nos enseñaron que para hacer las cosas bien teníamos que seguir ciertas reglas. Y de pronto eso no sucede más. Entonces, hay mucho sentimiento de persecución. La gente siempre está preocupada por cuándo y de dónde vendrá el próximo ataque. Es lo que se llaman defensas paranoides, que también provocan sentimientos depresivos. Hay, incluso, mucho desprecio y negación de lo que sucede”, señala Ricón.
La corrupción comienza por casa
Los políticos y líderes son acusados de ser culpables de la mayoría de nuestros males, pero todos ellos son hijos de nuestra sociedad. Entonces ¿Qué cosas suceden en nuestras casas que hacen que nuestra micro corrupción se proyecte a niveles macro? Si corrupción es violar las normas, deberíamos comenzar mirando en nuestro interior para ver que acciones que realizamos cotidianamente nos vuelven “corruptos”.
¿Es corrupción fumar donde no se debe?, ¿tirar basura en la calle?, ¿no cruzar por la senda peatonal?, ¿colgarse de la luz o el video cable?, ¿instalar un artefacto de gas sin llamar a un matriculado? ¿Cortar la calle para hacer un reclamo? La lista puede ser interminable pero estos ejemplos básicos pueden servir para abrir el debate y llegar a consensos sobre qué es corrupción y qué no lo es. Siempre existe la justificación, “si todo el mundo lo hace ¿en que cambia si yo lo hago o no?” Siempre van a existir “justificaciones”, engaños o sofismas para permitir o avalar determinadas situaciones que sabemos que están mal.
La cultura del consumo y el poder promueve la consecución del máximo beneficio sin importar cuántas cabezas se tenga que pisar o cuantas reglas se tenga que romper. La sociedad argentina necesita imperiosamente recuperar valores éticos y definir claramente cuando se es honesto y cuando un tonto.
Por lo pronto podríamos comenzar por “no le hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan”.
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