19 marzo 2010

ACEITES PARA LA SALUD

Gestión verde

Por Alejandro Chitrángulo

ACEITES PARA LA SALUD

Desde que la obesidad se convirtió en un flagelo social, comenzó la fiebre por las cosas light. En el auge de todo dietético, los alimentos muy calóricos son vistos como el demonio de la alimentación y sin duda los aceites tienen un altísimo componente graso. Pero hay algunos tipos de aceite que tienen un buen balance para la salud, por ejemplo el de oliva.

El aceite de oliva es un tesoro gastronómico que conjuga como pocos el placer para el paladar y el cuidado de la salud. Cerca del 85% de la grasa que contiene es insaturada, la más saludable. En ella se concentran ácidos monoinsaturados como el oleico, que es el más equilibrado, y el poliinsaturado ácido linoléico. Este cóctel nutritivo ayuda a disminuir el colesterol malo (LDL-c) del organismo al mismo tiempo que conserva el bueno (HDL-c) y, en consecuencia, previene las enfermedades cardiovasculares. De esta manera nos ayuda protegiéndonos del riesgo de padecer enfermedades coronarias, además facilita la digestión y contiene propiedades antioxidantes que ayudan a retardar el proceso de envejecimiento de las células. También ayuda a mantener baja la presión sanguínea y alivia los efectos de la artritis, contiene vitaminas A y E, y su consumo contribuye a mejorar el aspecto y tersura de la piel.

Oliva puro

Entre los distintos tipos de aceite de oliva que se comercializan, el más apreciado en el ámbito culinario y nutricional es el aceite de oliva virgen extra. Es la máxima categoría comercial y se obtiene del prensado de las aceitunas sin otra manipulación que la mecánica. No puede superar una acidez de 0,8º. Le sigue en la clasificación el aceite virgen, para el que se sigue el mismo proceso de elaboración que el anterior, aunque su puntuación en la cata es más baja y su acidez es diferente, tiene un máximo de hasta 2º. Estos números representan el porcentaje de ácidos grasos libres, ácidos que aparecen cuando las aceitunas se encuentran en mal estado o el aceite ha sido inadecuadamente tratado o conservado. Por lo tanto, en los aceites vírgenes, a menor acidez, mayor calidad. El tercer tipo se denomina aceite de oliva. Es el más consumido y está compuesto por una mezcla de aceite de oliva refinado y virgen. En esta clase de aceite el grado de acidez (el máximo permitido es 1) no es un indicador de calidad. Por último, se halla el aceite de orujo de oliva, que no pertenece a la familia de los vírgenes y es el de peor calidad.

El aceite de girasol

El aceite de girasol muy consumido en nuestro país por su bajo precio representa una alternativa económica que también destaca por sus propiedades nutritivas y cuyo consumo aporta efectos cardioprotectores.

El aceite de girasol se produce a partir de semillas. Está formado por grasa en un 99,9%, al igual que el de oliva. En su composición sobresalen los ácidos grasos poliinsaturados, de los que destacan el ácido linoleico (omega 6) y el ácido alfa-linolénico (omega 3). Estos ácidos grasos son componentes importantes de las membranas celulares, son necesarios para el crecimiento y la reparación de las células, y están relacionados con sustancias del organismo responsables de regular la presión arterial, la respuesta inflamatoria o la coagulación sanguínea. Los dos se consideran esenciales y deben consumirse a través de los alimentos, ya que el organismo no los puede producir por sí solo. El aceite de girasol también aporta grasa monoinsaturada en forma de ácido oleico, pero en menor cantidad que el que se encuentra en el aceite de oliva.

El de girasol ejerce a su vez una acción antioxidante ya que es, después del aceite de germen de trigo, el más rico en vitamina E. Por otro lado, las grasas poliinsaturadas que contiene el aceite de girasol generan efectos cardioprotectores en el organismo: ayudan a reducir los niveles de triglicéridos, disminuyen el riesgo de formación de coágulos sanguíneos y previenen la trombosis y los accidentes cardiovasculares-cerebrovasculares. La vitamina E que proporciona este aceite ayuda a evitar la oxidación de las células del organismo y a protegerlo de la acción de los radicales libres. Esto se traduce en un menor riesgo de padecer enfermedades degenerativas como la arterioesclerosis y ciertos tipos de cáncer. Pero las bondades de este alimento tan completo no acaban aquí, ya que sus propiedades beneficiosas son mayores cuando el aceite que se consume pertenece a la categoría de "alto oleico". Una denominación que se obtiene a partir de semillas de girasol especiales. El resultado es un aceite con propiedades muy similares al de oliva. Sin embargo, no comparten el mismo precio. Es una alternativa intermedia. Ni cuesta tanto como el de oliva, ni es tan económico como el de girasol convencional.

Pocos beneficios

Hay algunos tipos de aceites que no generan beneficios para la salud o lo que es peor, su consumo excesivo genera algunos riesgos. Se trata de los aceites de coco y palma. Estos aceites, a diferencia del resto, concentran en su composición ácidos grasos saturados. En el aceite de oliva y en los de semillas (girasol, maíz, soja), las grasas saturadas apenas alcanzan el 10-13% del total de su grasa, mientras que en el aceite de coco suponen el 90% y en el de palma más del 50%. El principal problema es que el uso de los aceites de coco y palma se ha extendido entre la industria alimentaria, en particular en la elaboración de repostería, pastelería industrial, en los snacks en los productos precocinados y helados. Se camuflan bajo la denominación de "aceites vegetales", término que puede confundir a un consumidor profano en la materia, que asocia "vegetales" con "saludable". El consumo frecuente y abundante de grasas saturadas tiene un vínculo directo con el aumento de los niveles de colesterol, de manera que aumenta el riesgo de trastornos cardiovasculares. De ahí que se insista en comparar ingredientes entre unas marcas y otras, y escoger, siempre que se pueda, aquellos productos que especifiquen el tipo de aceite vegetal que añaden; oliva, girasol, maíz, soja, etc.

Algunos consejos saludables

Si se trata de freír el aceite de oliva es el más adecuado ya que es el que mejor resiste las temperaturas de hasta 160º-200º necesarias. Es el más estable y el que se descompone más lentamente. Otra ventaja: impregna menos al alimento frito, con lo que el aporte calórico extra es menor.

Conviene no mezclar nunca aceite nuevo y usado, tampoco aceite de oliva con otro de semillas. Estos productos tienen diferentes puntos de humo. El de oliva aguanta una mayor temperatura que el resto y, si se mezclan, uno quema al otro y se generan sustancias irritantes y potencialmente tóxicas.

Se recomienda evitar el sobrecalentamiento. Es preferible no sobrepasar durante la fritura una temperatura de 170ºC. Si la temperatura es demasiado elevada también se generan sustancias irritantes y potencialmente tóxicas, por lo que se deberá desechar siempre el aceite sobrecalentado.

Los alimentos deben estar secos, ya que el agua favorece la descomposición del aceite. También es aconsejable filtrar el aceite después de cada fritura para eliminar restos de alimentos, que son proclives a su oxidación y descomposición.

Fuente: consumer .com

No hay comentarios:

Publicar un comentario