
Gestión verde
Por alejandro Chitrángulo
Impotencia sexual
Todos los seres humanos tienen la necesidad de establecer una relación íntima con su pareja, impulso que va más allá de la procreación. El placer sexual, el amor a primera vista o la química hacia el varonil hombre o la bella mujer, no es más que el deseo sexual, donde intervienen múltiples factores, desde neurotransmisores que revolucionan al cerebro hasta hormonas que se reparten por el cuerpo, excitando a los genitales masculinos y femeninos. De esta forma, el sexo es irremediablemente una acción natural, ordenada desde nuestra fisiología no solamente para la perpetuación de la especie, si no también para saciar el deseo carnal.Sexo cerebral El principal órgano sexual del hombre y de la mujer es el cerebro, ya que a través de él se desencadenan una serie de reacciones fisiológicas encaminadas a conjurar la relación íntima. Para despertar esta maraña de señales neuroquímicas y hormonales del apetito sexual, es necesario percibir estímulos sensoriales a través del olfato, el tacto, la vista y el oído. Miradas, besos, carisias, son sensaciones que desencadenan señales eléctricas que llegan al cerebro, el cual ordena al hipotálamo la liberación de sustancias mensajeras que por medio de la hipófisis salen al torrente sanguíneo hasta las glándulas suprarrenales. De ahí, en el caso de los hombres, llega hasta los testículos donde produce testosterona, y en el caso de las mujeres llega a los ovarios y ordena la secreción de estrógenos, hormonas fundamentales en el deseo sexual y la excitación.
Causas de la impotencia
La impotencia o disfunción eréctil constituye, junto a la falta de deseo sexual y la eyaculación precoz, el grupo de disfunciones masculinas que atentan contra la vida sexual. Esta enfermedad también se origina por factores orgánicos, los cuales ascienden a un 80% del total de las disfunciones eréctiles. Entre los gatillantes fisiológicos se encuentran los traumáticos (un traumatismo directo en los genitales o por traumatismos de pelvis que interrumpen la conducción nerviosa de la zona) o bien por impotencia vascular, la cual puede ser secundaria a alteraciones de circulación sanguínea o a problemas de obstrucción de las arterias. Esta disfunción suele aquejar además a los enfermos de diabetes, a los hombres que han sido operados de la próstata, que toman antidepresivos o medicamentos para controlar la hipertensión. Asimismo, quienes sufren de paraplejia (lesiones medulares) también pueden verse afectados por esta enfermedad.
La impotencia puede ser total o parcial, es decir con irregular capacidad para lograr una erección o dificultad para mantenerla hasta que se produce la eyaculación.
Como la erección requiere una secuencia de fenómenos, la impotencia puede presentarse cuando cualquiera de estos se interrumpe. ¿Cómo se diagnostica la impotencia? Un interrogatorio inicial le permite al profesional definir el grado y la índole de la impotencia. Por una simple descripción de la actividad sexual puede distinguir si los problemas comprometen a la erección, la eyaculación, el orgasmo o el deseo sexual. Los antecedentes médicos pueden revelar enfermedades que producen la enfermedad. El uso de ciertos medicamentos o el consumo de drogas ilegales puede sugerir una causa química. Los efectos de los medicamentos son la causa de aproximadamente el 25% de los casos.
En segunda instancia, la exploración física puede indicar que hay problemas sistémicos. Por ejemplo, si el pene no reacciona según lo previsto al tacto, la causa puede ser un problema del sistema nervioso. La anormalidad de las características sexuales secundarias, como por ejemplo la distribución del vello pubiano, puede sugerir alteraciones hormonales. La desviación del pene durante la erección -otro tipo de alteración-, podría ser el resultado de la enfermedad de Peyronie. Impotencia psicológica Los expertos calculan que entre un 10 y un 20% de los casos de impotencia obedecen a factores psicológicos. Entre ellos el estrés, la ansiedad, el sentimiento de culpa, la depresión, una autoestima deficiente y temor a ser incapaz de realizar el acto sexual. Dichos factores, también están muy asociados con más del 80% de los casos de impotencia, motivados por causas físicas subyacentes.
¿Cómo se trata la impotencia?
La mayoría de los médicos sugiere que los tratamientos de la impotencia deben seguir un trayecto que va de las medidas menos invasoras a las más invasoras. Esto significa que lo que se considera en primer término es la interrupción de cualquier medicamento que pueda ser nocivo. En segundo lugar se ubican la psicoterapia y las modificaciones del comportamiento, seguidas de la utilización de diversos dispositivos mecánicos que facilitan la erección, medicamentos de administración oral, inyección local de diversas drogas que vascularizan la zona peneana y dispositivos que se implantan quirúrgicamente. Sólo excepcionalmente se recomiendan intervenciones quirúrgicas que comprometen al árbol circulatorio. Asimismo, muchos medicamentos comunes producen impotencia como efecto colateral. Entre ellos, pueden mencionarse las drogas utilizadas para tratar la hipertensión arterial, los antihistamínicos, los antidepresivos, los tranquilizantes, los supresores del apetito y algunos medicamentos que se administran para tratar la úlcera. Otras causas posibles de impotencia son el tabaquismo, que afecta el flujo de sangre en venas y arterias, y las anormalidades hormonales, como la producción insuficiente de testosterona.
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