05 agosto 2010

EL MATRIMONIO GAY

Gestionverde       
Por  Alejandro Chitrángulo

EL MATRIMONIO ENTRE HOMOSEXUALES
La semana pasada se llevaron a cabo en Argentina los primeros matrimonios, legales entre homosexuales. Esto marca el corolario de una larga lucha para lograr la reivindicación de un derecho, llevada a cabo por una minoría sexual que a lo largo de la historia ha sido objeto de marginaciones y persecuciones que los obligaba a vivir prácticamente en la clandestinidad y con  temor permanente al descrédito, el escándalo e incluso la muerte. Recordemos, que hace apenas unos siglos los homosexuales eran quemados en las plazas públicas, al igual que las brujas, por un fundamentalismo secularizado  que consideraba diabólica toda actitud humana que no lograban comprender con sus estrechas mentes. Incluso en pleno siglo XX el homosexualismo era considerado un delito, por muchas sociedades y reprimido como tal. La discriminación y persecución del homosexual fue tan feroz, que la historia recordara por siempre como en las cámaras de la muerte de los campos de concentración de la Alemania nazi perecieron muchos millares de homosexuales. Así como también, en el Gulag soviético padecieron y murieron gran número de seres humanos cuyo único delito era practicar una opción sexual que la "ciencia comunista" del temible Pavlov consideraba una "perversión urbano-burguesa".
Un avance en los derechos humanos
Esta ley, sin duda, marca un gran avance de nuestra sociedad en el terreno de los derechos humanos y la libertad que demuestra, lo rápido que ha evolucionado la mente humana y la sociedad. En nuestro país, el debate de la ley – como era lógico- trajo una catarata de expresiones encontradas. La propuesta ha tenido y aún sigue teniendo, adversarios encarnizados con argumentos variados que manifiestan que no se le puede llamar matrimonio a la unión legal de parejas del mismo sexo, porque esa acepción está reservada  - según la Real Academia  Española de la Lengua (RAE) - solamente a “la unión concertada de un hombre con una mujer, mediante ritos y formalidades legales”.
La discusión sobre esta ley no puede reducirse a una mera cuestión de significado según el diccionario. Las palabras y sus sentidos subsisten en la medida en que se relacionan con la evolución de la sociedad misma. Las palabras se crean o desaparecen y su sentido cambia, se acomoda o especializa según las necesidades sociales de comunicación. Minimizar el debate sobre esta materia a la discusión sobre el significado de una palabra   es quedarse en un marco muy superficial que podría arreglarse si, simplemente, la RAE cambiara su definición en su próxima edición.
Pero la discusión no se centra solamente en el significado de la palabra, sino en los conceptos antropológicos, sociales, biológicos, jurídico - cultural y fundamentalmente en la institución que representa la palabra matrimonio.
Los argumentos contra el matrimonio homosexual no resisten un análisis racional. Detrás de todas las manifestaciones degradantes no hay razones validas, sino prejuicios basados en un asco casi instintivo hacia quienes practican el amor de una manera que siglos de ignorancia, estupidez  y oscurantismo dogmatico, han llamado anómala, desviada, corrompida o enfermiza.
La ciencia, la biología, la antropología, la psicología y fundamentalmente la historia, han puesto las cosas en su lugar y han establecido que hablar de anormalidad en el dominio de la vocación sexual de los seres humanos es aventurado y alienante.
El matrimonio ha cambiado mucho a lo largo de la historia. La versión que conocemos ahora es el resultado de una evolución en la que se han logrado muchas mejoras que en su momento fueron inconcebibles y hoy nos parecen evidentes. La prohibición del matrimonio de niños pequeños o acordados por los padres, la igualdad entre hombre y mujer, el matrimonio interracial, el matrimonio civil, el divorcio, por poner unos ejemplos, no siempre han sido admitidos, y hoy nos parecen incuestionables. Y quien sabe, puede que el tiempo y la evolución de la sociedad occidental, nos lleve algún día a entender y aceptar la poligamia como una manifestación perfectamente natural y legítima de la diversidad humana.
Permitir que se puedan casar entre sí los homosexuales es un estadio más en la evolución y el progreso del concepto social de matrimonio. Esta medida es un acto de justicia que reconoce el derecho de los ciudadanos a elegir su opción sexual en ejercicio de su soberanía, sin ser discriminados ni disminuidos por ello, y que reconoce a las parejas homosexuales el mismo derecho de unirse y formar una familia y tener descendencia que las leyes reconocen a las parejas heterosexuales.

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