OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
Es probable que no se
encuentre muy familiarizado con este término, pero seguramente usted debe ser
uno más de los millones de consumidores que han sufrido alguna vez sus efectos,
que afectan nuestros bolsillos y fundamentalmente la sustentabilidad del
paneta.
Según la famosa enciclopedia web Wikipedia, se
denomina obsolescencia programada u obsolescencia planificada a
la determinación, la planificación o programación del fin de la vida
útil de un producto o
servicio de modo que —tras un período de tiempo
calculado de antemano por el
fabricante o por la empresa de servicios durante la fase de diseño de dicho
producto o servicio— éste se torne obsoleto,
no funcional, inútil o inservible.
Se considera que el origen se remonta a 1932, cuando
Bernard London proponía terminar con la gran depresión a través de la
obsolescencia planificada y obligada por ley (aunque nunca se llevase a cabo).
Sin embargo, el término fue popularizado por primera vez en 1954 por Brooks
Stevens, diseñador industrial estadounidense. Stevens tenía previsto dar una
charla en una conferencia de publicidad en Minneapolis en 1954. Sin pensarlo
mucho, utilizó el término como título para su charla.
En la sociedad en la
que vivimos, en la cual el consumo constituye una parte fundamental, no es de
extrañar que muchas empresas pongan en marcha ciertas “estrategias” de dudosa
validez ética y moral con el único fin de obtener mayores beneficios
económicos. La obsolescencia programada o acortamiento de la vida útil de un
producto con el fin de convertirlo en un
“usar y tirar”, promueve consiguiente gasto por parte del afectado al
tener que comprar otro.
La operación
es simple. Basta con la inclusión de pequeñas piezas defectuosas en nuestros
ordenadores, lavadoras o televisores, de manera que éstos no tardan demasiado
en dar problemas. Así, además de ahorrar material, logran que nos veamos en la
necesidad de reparar el daño, con la consiguiente sorpresa que nos llevamos al
conocer el precio del arreglo.
Conclusión:
acabamos comprando otro. Y eso es precisamente lo que se busca, que cada vez
nos duren menos nuestros aparatos o utensilios para así tener que gastar más y
más.
Hasta enero
de 2011 muy pocos sabían qué era eso de la ‘obsolescencia programada’. Sin
embargo, la emisión del documental: “Comprar
tirar comprar” hizo
que el término entrara con fuerza en el diccionario colectivo y que todo el
mundo hablara de esos productos ‘fabricados para no durar’. El debate se
trasladó a las redes sociales y llegó a convertirse en trending topic mundial.
Pero a
través del documental no solo conocimos esa estrategia de las grandes empresas
de reducir deliberadamente la vida de un producto para incrementar su consumo,
también supimos de la existencia de emprendedores que intentaban poner en
marcha nuevas alternativas de negocio que hicieran frente a la obsolescencia
programada; una corriente que cada día encuentra más seguidores.
Un documental para abrir los ojos
El documental realizado por TVE nos muestra nuevas aristas y da cuenta
de numerosos productos expresamente diseñados para que dejen
de funcionar apenas se cumple la garantía. Esto plantea la
pregunta de rigor: ¿Por qué el mercado no castiga a los productores que
utilizan la obsolescencia programada, y no beneficia a la producción de
productos durables? La respuesta está en que el actual sistema de mercado sólo
se interesa en el factor precio, y es el precio, es decir un factor financiero,
el que regula la totalidad de las economías modernas. Como las economías
modernas se basan en la deuda y el crédito, gran parte de los productos se planifican
para durar mientras se siguen pagando, de tal forma de crear una dependencia
entre producción, consumo y crédito, donde los flujos financieros se
constituyen en el motor central que mueve a la economía, haciendo que el
sistema financiero justifique su existencia. La obsolescencia programada, “es
el motor secreto de nuestra sociedad de consumo”.
Mientras esto siga
sucediendo, seguiremos dilapidando los recursos del planeta, mientras
acumulamos millones de toneladas de basura electrónica. Es la gran
paradoja del actual modelo capitalista que permite a las empresas producir y
vender productos diseñados para fallar en un plazo breve, solo para mantener al
sistema artificialmente a flote, con una idea de falso crecimiento, mientras el
medio ambiente y los consumidores son los grandes perjudicados.
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