26 febrero 2010

EL COLESTEROL NERVIOSO


Gestión verde

Por Alejandro Chitrángulo

EL COLESTEROL NERVIOSO

Hace treinta años los científicos se burlaban de la idea de que el estado mental de un paciente pudiera influir sobre la salud. El vínculo entre la mente y el cuerpo era considerado un territorio oscuro, que era dejado en manos de los psiquiatras. Sólo hace poco tiempo se reconocieron los efectos profundos que tiene el estrés psicológico.

El doctor Bruce S. McEwen, director del laboratorio de neuroendocrinología de la Universidad Rockefeller en Manhattan y autor del libro, "The End of Stress as We Know It" ("El fin del estrés tal como lo conocemos") describe en su libro que en la última década los investigadores demostraron que el estrés psicológico puede aumentar la vulnerabilidad a las enfermedades.

“El estrés prolongado o severo debilita el sistema inmunológico, presiona al corazón, daña las células de la memoria en el cerebro y deposita grasa en la cintura, en lugar de en las caderas y glúteos (lo que es un factor de riesgo para padecer males cardíacos, cáncer y otras enfermedades). Se ha comprobado también que el estrés está involucrado en el envejecimiento, la depresión, los males cardíacos, alergias, infecciones virales, dolor crónico, depresión, artritis reumatoide y la diabetes, entre otros”.

Stress y colesterol

Mientras más profundizan los investigadores más claro resulta que el estrés puede ser el hilo que une a muchas enfermedades que antes se creían carentes de relación entre sí. La clave de esta nueva comprensión es una concepción novedosa del estrés. En cantidades moderadas, argumentan los científicos, el estrés es benigno, incluso benéfico, y la mayoría de la gente puede enfrentarlo.

Al prepararse para pronunciar un discurso, presentar un examen o hacer una maniobra a alta velocidad conduciendo un automóvil, el organismo realiza una compleja serie de ajustes.

Procesos esenciales para movilizar una respuesta -el sistema cardiovascular, el sistema inmunológico, las glándulas endocrinas y las regiones cerebrales involucradas en la emoción y la memoria- son llamados a actuar. La adrenalina, y más tarde el cortisol, hormonas del estrés generadas por las glándulas adrenales, invaden el organismo. Se elevan el ritmo cardíaco y la presión arterial, la respiración se acelera, el oxígeno fluye hacia los músculos y las células inmunológicas se preparan para acudir de inmediato al lugar de una posible lesión.

Cuando finalmente termina el momento de tensión otro complejo juego de ajustes promueve la calma, regresando al organismo a los parámetros normales. Este proceso de "equilibrio a través del cambio" es llamado “allostasis” y es esencial para la supervivencia. Fue desarrollado, por la naturaleza para los peligros que nuestros ancestros podrían haber encontrado en un día típico en la sabana, como, por ejemplo, la aparición de un león o una escasez de carne de antílope. El sonido de una sirena, los jefes excesivamente autoritarios, los matrimonios que discuten, los embotellamientos de autos, los colectivos, no eran parte del plan de la naturaleza.

Según este modelo, no es el estrés en sí lo que es dañino. Pero sí, una compleja interacción entre las demandas del mundo exterior y la capacidad del organismo para enfrentar amenazas potenciales.

Esa capacidad puede estar influida por factores hereditarios y experiencias infantiles; por la dieta, el ejercicio y los patrones de sueño; por la presencia o ausencia de estrechas relaciones personales; por el nivel de ingresos y el status, y por la acumulación de presiones hasta el punto en que sobrecargan el sistema. Este sistema de retroalimentación, finamente calibrado, se ve alterado y, con el tiempo, deja de funcionar adecuadamente, causando daños.

Una de las funciones primarias del cortisol es ayudar a movilizar la energía en momentos de estrés mediante la liberación de glucosa en la sangre. Pero cuando el cortisol está crónicamente elevado, junto con altos niveles de insulina, lo que hace es enviar grasa que se almacena en el abdomen.

Esto tiene sentido cuando una hambruna se aproxima. Pero son malas noticias para quien desee reducir al mínimo el colesterol. Los estudios muestran que el exceso de secreción de cortisol aumenta la grasa en las vísceras, incluso en mujeres esbeltas el estrés, el cortisol y la grasa en el vientre van juntos.

También sabe que altos niveles de cortisol, bloquean la producción y acción de las citoquinas, que inician la respuesta inmunológica. En niveles normales el cortisol puede aumentar la inmunidad, al elevar la producción de citoquinas que combaten la inflamación. No obstante, en algunos casos el cortisol no cierra adecuadamente el sistema inmunológico ante el estrés y permite la continua producción de citoquinas, que promueven la inflamación y se vinculan con enfermedades cardíacas, depresión y hemiplejías.

Que recomiendan los expertos

La carga allostática frecuentemente empeora, dice McEwen, por la forma en que la gente responde al estrés, comiendo alimentos grasosos, quedándose hasta tarde en su trabajo, evitando hacer ejercicio o bebiendo en exceso. "El hecho es que ahora vivimos en un mundo en el que nuestros sistemas no reciben la oportunidad de descansar, de regresar a una base. Están siendo impulsados por calorías en exceso, por falta de sueño y ejercicio, por fumar, por aislamiento o por una competencia frenética." Las mejores formas de enfrentar el estrés, siguen siendo las tradicionales: comer en forma adecuada, dormir bien, ejercitarse regularmente, no tomar más de una copa y alejarse de los cigarrillos. "En realidad, sólo se trata de hacer las elecciones correctas en la vida"

Fuentes: E. Goode (The New York Times)

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